Desde niño el ser humano tiene que tener claro que el bien más preciado que posee es la salud. Que de nada sirven el dinero o la fama si uno cae enfermo.
Esto, sobre todo cuando se es niño, no es que se piense mucho, porque se mueve en un mundo de “me gusta” o “no me gusta” y trata de comer, por ejemplo, mucho de aquello que le agrada, sin medir que se está cometiendo un exceso que siempre tiene precio.
El niño no discierne y hay que enseñarle. Acostumbrarlo a que hay una medida para todo y que de no tenerla, las consecuencias no son muy agradables. Eso, si es que no se presenta una enfermedad grave, producto de un abuso inconsciente y de la falta de una supervisión adulta necesaria.
El adulto es quien guiará los pasos del infante y lo ayudará en su crecimiento con reglas por cumplir, que muchas veces no le van a gustar.
Lo que para los padres es “lógico”, puede que para el niño no lo sea. Además, muchas veces, en los medios, el niño ve o escucha sugerentes llamadas que lo invitan a consumir y en eso no suele tener ni tasa ni medida, si es que lo anunciado le gusta.
El adulto es distinto, pero a veces actúa como un niño, dejando la racionalidad a un costado. Sabe que le hará daño, pero insiste, confiando en la suerte o en poner solución a su exceso con algún fármaco. Es que ese adulto debió empezar de niño a comprender que su salud está en primer lugar. No se trata de crear timoratos, sino personas responsables que sepan elegir pensando.
¿Es difícil? No, es sencillo: se trata de empezar temprano. De educar. De usar la racionalidad como instrumento. El niño moderado será en todo un adulto moderado y en ambos casos, sano.
Muchos padres para calmar a un niño le dan, por ejemplo, un dulce. Si esto se repite, el niño llorará y hará berrinche hasta que consiga su objetivo: el dulce; sin medir consecuencia ninguna. Hay que educarlo, no “sacárselo de encima” satisfaciendo su capricho. Se necesita muchas veces, paciencia, resistencia... ¡no ceder! El niño aprenderá y luego, cuando crezca, tendrá el beneficio de una buena salud, entre otras muchas cosas.
¿Es importante esto? Sí, hay que tenerlo siempre claro; es muy útil para ellos, ahora y cuando crezcan. Es muy útil para nosotros porque enseñar disciplina... ¡disciplina!
Recordemos, todo exceso se paga más tarde o más temprano. Empecemos ahora: todavía queda un poco de tiempo. ¡No hay que vivir para comer, sino al contrario!