La disautonomía es una afección que afecta el funcionamiento del sistema nervioso autónomo (SNA), el cual regula muchas funciones involuntarias. Cuando hay una disfunción en el SNA, el cuerpo puede presentar una variedad de síntomas que afectan la calidad de vida.
El sistema nervioso autónomo es responsable de controlar las funciones involuntarias del cuerpo, asegurando que los procesos automáticos cruciales para mantener el equilibrio interno se realicen de manera efectiva.
Este sistema es esencial para la homeostasis, regulando actividades que ocurren sin que seamos conscientes de ellas, como la respiración, la circulación sanguínea y la digestión.
El sistema nervioso autónomo se divide en dos componentes fundamentales: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático.
El sistema simpático es el que prepara al cuerpo para responder a situaciones de emergencia o estrés mediante la activación de la respuesta de "lucha o huida".
Esto implica un aumento en la frecuencia cardíaca, la dilatación de las pupilas y la redistribución del flujo sanguíneo hacia los músculos esqueléticos para preparar al organismo para una acción rápida.
Por otro lado, el sistema parasimpático actúa como un contrapeso, promoviendo la calma y la conservación de energía.
Es responsable de las funciones de "descanso y digestión", reduciendo la frecuencia cardíaca, facilitando la digestión y ayudando en la recuperación y el mantenimiento corporal después de que el peligro ha pasado.
Estos dos subsistemas trabajan juntos para garantizar que el cuerpo pueda adaptarse a diferentes situaciones de manera eficiente, manteniendo así un equilibrio interno adecuado que es vital para la salud y el bienestar general.
La disautonomía se refiere a un grupo de trastornos que resultan en una disfunción del sistema nervioso autónomo.
Esta afección puede ser primaria, cuando no tiene una causa subyacente clara, o secundaria, cuando es consecuencia de otra enfermedad o lesión.
Las causas de la disautonomía son variadas y pueden incluir:
La disautonomía se manifiesta con una amplia gama de síntomas que pueden diferir significativamente de una persona a otra.
Entre los síntomas más frecuentes se encuentran:
El diagnóstico de la disautonomía puede ser complicado debido a la diversidad de síntomas y su superposición con otras enfermedades.
El proceso de diagnóstico generalmente incluye:
No existe un tratamiento único para la disautonomía, ya que las opciones dependen de la causa subyacente y de los síntomas específicos de cada persona.
Sin embargo, hay varias estrategias que pueden ayudar a manejar la afección:
Se pueden recetar medicamentos para aumentar la presión arterial, regular la frecuencia cardíaca, mejorar la digestión y aliviar otros síntomas.
La fisioterapia contribuye al fortalecimiento muscular, al mejoramiento del equilibrio y a la mejora de la coordinación, lo que puede disminuir el riesgo de caídas y lesiones.
Además, el apoyo psicológico para manejar el impacto de vivir con una afección crónica es importante.
Un terapeuta puede proporcionar soporte emocional y ayudarte a desarrollar mecanismos de afrontamiento.
La disautonomía es una condición compleja que requiere un enfoque multifacético para su manejo.
Es importante trabajar en estrecha colaboración con un equipo de atención médica que entienda esta afección para desarrollar un plan de tratamiento personalizado.
Si experimentas síntomas compatibles con la disautonomía, es crucial buscar atención médica para un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.
National Institutes of Health (2024). Definición de disautonomía. En: https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/def/disautonomia