La llegada del verano genera el ambiente propicio para la proliferación de ciertas bacterias, virus y gérmenes, que muchas veces ingresan a nuestro organismo a través de la boca. A menudo, la descomposición rápida de los alimentos a causa del calor también puede causar daños estomacales y diarrea.
Específicamente la diarrea puede ser muy peligrosa en verano, sobre todo en niños y bebés. Además tengamos en cuenta que una gastroenteritis o infección intestinal puede ser contagiada a otros niños antes de que se presenten síntomas. Esto hace que a veces sea muy difícil controlar la enfermedad.
Como ya indicamos, muchas veces el problema se origina en los alimentos que consumimos. Por ejemplo, es muy frecuente el caso de infecciones estomacales a causa de frutas y verduras mal lavadas. Por ello, la higiene es un aspecto fundamental.
Lo primero es lavarnos muy bien las manos, tanto nosotros como nuestros hijos, antes de manipular o coger los alimentos. Debe hacerse con agua tibia y jabón durante al menos 20 segundos. Asimismo, es importante no compartir cubiertos, vasos o cucharas, para evitar contagios.
Por otro lado, evita mezclar los alimentos cocidos con los crudos (especialmente los huevos y el pollo). Y si vas a utilizar utensilios que hayan tenido contacto con los alimentos crudos, lávalos. En el caso de los huevos, mantenerlos refrigerados, y evita el consumo de mayonesa que no sea casera.
También es preciso tener precauciones con el agua. Por norma general, es mejor tomar agua embotellada o hervida. Se debe evitar beber directamente del grifo o agua cuya procedencia no conozcas, ya que puede estar contaminada y causar, por ejemplo, un cuadro de gastroenterocolitis.
En el caso de los bebés hay que tener cuidados especiales. Por ejemplo, si el tuyo ya gatea, deberás mantener el piso siempre limpio y lavar constantemente sus juguetes, ya que a esa edad suelen llevarse todo a la boca. Preocúpate de que sus manos también estén limpias.
Lo más peligroso de las diarreas en verano es la pérdida de líquidos y sales, lo que puede llevar a la deshidratación. En los casos más graves, esto podría llegar a ser mortal. Se considera que si el niño o bebé hace tres deposiciones en un día (a veces esto se acompaña de fiebre), debes llevarlo al médico.
Además de un proceso de rehidratación rápida, el especialista determinará qué agente de contagio causó el cuadro. Estas infecciones aparecen generalmente por bacterias como el escherichia coli, la salmonella o el cólera. También pueden ser causadas por virus como el rotavirus, para el que ya hay vacunas.
Una vez que el niño sea dado de alta, el especialista prescribirá que tome soluciones de rehidratación oral, que contienen sales y minerales que lo ayudarán a reponer lo que ha perdido. Estas se encuentran en todas las farmacias y se preparan fácilmente diluyéndolas en agua.
En cuanto a la alimentación, deberá seguir dieta blanda, con alimentos como arroz, papa hervida, zanahoria cocida y pollo sin piel. Es necesario evitar frituras, así como verduras verdes, cereales (ya que contienen fibra, que favorece la evacuación), legumbres y frutas, a excepción de la manzana.
A los bebés de pecho no se les debe interrumpir la lactancia, ya que la leche materna los ayudará a mantenerse nutridos y evitar la deshidratación. Y no dudes en sacar cita con un médico ante cualquier duda o acercarte a emergencia.