La luz del sol, recibida con moderación, es beneficiosa para nuestra salud. Nos ayuda a activar nuestro sistema inmunológico y promueve la producción de vitamina D en la piel, por mencionar solo algunos de sus efectos. Sin embargo, tomar el sol en exceso es muy diferente.
Como sabemos, al hacerlo se incrementa el riesgo de padecer cáncer de piel. Y si bien es necesario usar protector solar todo el año, esta medida se hace evidentemente más importante en verano. Sobre todo con los niños, cuya piel es más delicada y susceptible de sufrir los estragos de una exposición exagerada a la radiación solar.
Según la Academia Americana de Pediatría, no es conveniente exponer al sol de forma directa a los niños menores de 6 meses. Asimismo, cuando estén en espacios exteriores se les debe proteger con ropa, gorritas y sombrillas, así como evitar el uso de protectores solares, al menos que no haya otra forma de protección.
Esto debido a que la piel del niño(a) es aún muy fina, y las cremas protectoras pueden causarles irritación. Además, su piel posee menos melanina (compuesto que nos da la coloración) y tiene menos mecanismos de defensa, por lo cual es más sensible que la de los adultos.
Por otro lado, nuestra piel tiene memoria. Es decir que una insolación recibida en la infancia puede aumentar el riesgo de que la persona desarrolle cáncer de piel en la adultez. Un niño bien protegido del sol hasta los 20 años reducirá las posibilidades de la enfermedad hasta en un 80%.
Lo primero que debe tenerse en cuenta es que no deben utilizar los mismos protectores solares que los adultos. Su piel es diferente y tiene necesidades específicas. Por eso, compra para tu hijo(a) aquellos protectores en donde se indica que son de uso pediátrico.
Asimismo, se recomienda que el factor de protección solar (FPS) no sea menor de 50. Y si se trata de niños de piel clara, rubios, pelirrojos o con pecas, el protector debe ser factor 50+. Si alguna marca específica le causa irritación, es importante ir probando con otras hasta dar con la más adecuada para su piel.
Además, debes aplicarle protector 30 minutos antes de que el niño salga al exterior o esté expuesto al sol. Y si están en la playa, es necesario volver a untarle la crema aproximadamente cada dos horas, ya que tras bañarse y secarse con la toalla, el protector tiende a diluirse.
En las farmacias y supermercados hay una gran variedad de protectores, pero ¿cuál elegir? En primer lugar, te recomendamos que el producto especifique que se trata de un protector de “Espectro Amplio” (“Broad Spectrum”, en inglés). Esto indica que la protección es contra los rayos UVA y los UVB.
Ambos son rayos ultravioleta. Sin embargo, los rayos UVB son los responsables de las quemaduras de piel, mientras que los rayos UVA causan efectos más a largo plazo, como el envejecimiento prematuro y el cáncer de piel. Por eso, debes asegurarte que el protector actúe de manera completa contra la radiación solar.
Asimismo, si se indica que reduce el riesgo de cáncer de piel, estamos frente al producto adecuado. Por otra parte, no se recomiendan los protectores en aerosol, ya que su eficacia no está del todo comprobada. Se aconseja también usar protectores resistentes al agua, para que su efecto continúe si el niño nada o suda.
Además, es importante que mires la fecha de caducidad en las etiquetas. Y si vas a utilizar protectores que ya tienes en casa, considera que no duran más de tres años. Ten en cuenta también que los protectores más caros no son necesariamente los mejores.
Todos los productos se rigen por las mismas normas. Solo debes asegurarte de que cumplan con los aspectos que hemos indicado. Y no olvides que el protector solar es un complemento. Es importante también proteger la cabeza de tu hijo(a) con una gorrita, y sus ojos con lentes de sol, así como mantenerlo siempre hidratado.
El verano se acerca y todos nos preparamos para disfrutarlo, pero es vital tomar las precauciones del caso. Recuerda que la piel de los niños requiere un mayor cuidado y no debe ser expuesta directamente al sol.